No se sabe muy bien cómo sucedió pero, un buen día, a uno le meten en un grupo de WhatsApp que no ha creado (ya se sabe, el clásico grupo de padres del colegio o de excompañeros de la universidad), y de pronto, el móvil entra en una rutina incesante de pitidos. Aquel grupo es hiperactivo y su contenido es de lo más variopinto: que si memes, que si fotografías graciosas, tal vez chistes que para entonces hemos visto ya mil veces en más grupos… En efecto, puede ser desesperante,…
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