opinión de Fernando Buitrago
No me gusta su canal de derechas ultraconservador, ni su trumpismo, ni su afición por el tema haitiano. Adverso todo lo que comunicacionalmente representa y, en ocasiones, hemos peleado. En fin, no nos hemos entendido, al punto de tenerlo bloqueado.
Sin embargo, hoy buscó la forma de llamarme desde un número desconocido y sus palabras me sorprendieron: «Mi apoyo incondicional, respeto tu trabajo, lo que has estado haciendo, porque se requiere de valor… y yo apoyo eso», me dijo.
Hace poco tiempo, cuando el alcalde cometió el error de someterme a la justicia, a mi defensa se incorporó Jacobo Colón, abogado y comunicador con quien también he tenido diferencias. Sus palabras frente al fiscal fueron lapidarias: «Si es por lo que Buitrago denuncia, yo también debería ser sometido».
El comportamiento de personas con quienes incluso he tenido diferencias marcadas y críticas directas, nunca personales, pero sí de fondo, de forma o de ambas, como Mauricio Carpio, no evitó que, en la hora cero, no solo se colocaran en mi defensa, sino que se enfrentaran de frente al poder abusivo y autoritario, que da muestras de ser hasta peligroso y neo-trujillista.
Otros comunicadores y periodistas me han ofrecido apoyo en estos momentos, incluso desde el medio Ciudad Oriental, algo que agradezco profundamente. Ariel, Mauricio y Colón han sido claros: esto no es solo por mí, es por todos nosotros.
Por desgracia, en Santo Domingo Este y en el país, otros se comportan como prostitutas, sin dignidad, e incluso buscan la forma de aprovechar para ver si al fin «el poder nos quita al cubano de encima». Algunos hasta amenazan al insípido e inservible Sindicato de Trabajadores de la Prensa para que no colabore en mi defensa.
Ariel, y antes Jacobo, Mauricio y otros, me han dado una gran lección de vida: las diferencias no deben interponerse nunca en el accionar del ser humano como clase. En este caso, el periodismo. Si hay atropellos, la labor del periodismo y la comunicación es peligrosa, porque, si es mínimamente buena, siempre enfrentará lo peor del poder.
Agradezco a Lara y a otros colegas que se han ofrecido desde temprano, sabiendo que las luchas serán crudas y conociendo bien a las sabandijas y sanguijuelas, traidores a los comunicadores y periodistas.
No, no dejaré de ser crítico con la línea editorial de mis colegas, pues de eso se trata, pero esto construye en mi mente, apunta y delinea los límites que nunca debo cruzar. Entender que una cosa es el trabajo, y otra el deber como ser humano: la obligación de jugársela cuando se la tiene que jugar.