La última vez que me encontré con el agradable padre Frankely fue en el comando de campaña el día que Manuel ganó, él estaba ahi, yo haciendo prensa y me pregunto: ¿Buitrago, usted aqui? y le contesté : padre, ¿usted aquí?.
Nos conocimos en la Comisión creada para evitar que invadieran el Parque Del Este, era una comisión independiente a la que comandaba Manuel Jimenez. Avanzamos, logramos incluso hacer una hermosa y grande conferencia en la Paz y Bien hasta que un dia, eso desapareció sin que sepamos aun, ¿por qué?.
El padre Frankely es de agradable trato y son muy conocidos los vínculos con políticos del minuncipio además de su forma de cabildear en pos de lo que él cree, debe hacerlo.
Por ello, asombra la vehemencia con que atacó la ejecutoria de Manuel Jimenez al que dijo apoyar, luego que se supiera de apoyar a otros, pero además, a sabiendas que sus denuncias eran injustas y completamente desproporcionadas.
Si fuera verdad lo que él dice, las entradas de la ciudad no estarian tan limpias y pintadas y se inundaria todavia la marginal de las Americas. Además, no se escucho al padre decir nada cuando los políticos agredieron la ciudad invadiendo hasta los parques incluso, iglesias, con su propaganda desmesurada, soblendole el pulso al alcalde, ensuciando la ciudad.
Tratar de ser justos es una de las formas en que nos salvamos de no pecar.
Las personas respetan la iglesia, se hace un esfuerzo en respetar las autoridades de la iglesia aun la mala propaganda que sus miembros la han sumido en los últimos tiempos de conectividad e informació, pero es dificil poder hacer silencio cuando los intereses particulares de un párroco, que todos saben en esta ciudad que lucha por sus intereses, se anteponga a causar un daño a una gestión que no tiene por que servirle a él, solamente, por haberle, eventualmente, apoyado.
Ser justos. Si se va mal, se denuncia, si se va bien, se alaga, pero decir que todo va mal es un acto de tremenda injusticia a sabiendas del estado en que se encontró la ciudad y las limitaciones de la pandemia.
Pecar es de humanos y hasta los padres pecan… más, en esta ciudad de «Dios», todos sabemos, cuando nos miramos a los ojos, que quiere cada quien y cómo cada quien defiende sus intereses.