Papito es el apodo del regidor recientemente fallecido que enlutó a toda una ciudad, Fausto Aquino.
El regidor, abogado, estudiaba los temas, participaba en las comisiones e incluso, practicaba sus discursos en el hemiciclo porque le daba valor a sus palabras, pocas veces llego tarde y rara vez, se ausentó.
Hoy, cuando el cúmulo de tópicos mandados a comisiones forman un número considerable, cuando se sabe que muchos regidores no asisten a su deber de comisionar e incluso llegan tarde o se ausentan al único día al mes que se les pide asistan, el ejemplo Papito debería, mínimo, cundir por sus cabezas acusándolos de irresponsables pues, al ser cargos elegidos, ser regidor debe ser llevado como un signo de responsabilidad política y de representatividad.
Nunca me perdonaré el no haberle dedicado más tiempo a quien se comportaba como mi amigo, que consultaba sus discursos y daba detalles de los proyectos en que trabajaba, sobre todo ante la ausencia de colegas que hoy se ubican diametralmente opuestos a lo que debe ser un regidor, que incluso no saben que es ser regidor y no son capaces de presentar un proyecto por el bien de su comunidad o la ciudad e incluso, rara vez se les ve en las inauguraciones que por el bien de su gente se hacen en la alcaldía.
El espíritu de Papito debe incrustarse en cada uno de los regidores porque si no, seguro, muchos de ellos no solo no repetirán sino que la ciudad ni registrará que algún día tuvieron un deber que no supieron cumplir mínimamente.