Hoy, que vemos a Adán Peguero, presidente del partido PRM en Santo Domingo Este, teniendo que salir a caminar con el candidato impuesto por un proceso que hasta a él le pasó por encima, recordamos que su salida del gobierno fue, ante todo, por «hacerse el gracioso».
En la campaña pasada, Nuria Piera buscando cámara, apeló a entrevistar a los candidatos y Luis Alberto no accedió, sabiendo que tendría que «aguantar el regaño» de una periodista «ofendida» porque alguien simplemente no accedía a una palestra inquisidora y, al otro día, se fue a la prensa «amiga».
Ese no fue el caso de Adán, que se creyó podría con Nuria y le «dejó pasar», no entendiendo que darle una entrevista era como poner su cuello en una guillotina, como ocurrió.
No fue por la nómina aparentemente inflada y abusiva que dizque otorgaba botellas a los «compañeros» que ella «le entró», sino por un contrato que venía de la gestión pasada (que nunca ha sido nombrada) y que Adán pecó de no investigar y reestructurar, incluso, pudo haberlo denunciado, pero «se lo hondeó», pagando con su final en la cosa pública, pues nunca más, nunca más, al menos, no Luis Abinader, lo colocará en un puesto de responsabilidad.
El error de Adán no fueron las violaciones que pudo haber cometido, fue el hacerse el gracioso, pues, si bien la prensa quiere siempre entrevistas, la realidad que quien quiera investigar posee los canales «oficiales», a través de la ley de libre acceso a la información donde no solo periodistas sino que cualquier ciudadano puede acceder a el intríngulis del manejo de las instituciones.
Adán creyó que siendo presidente del partido, Juez, tendría el suficiente poder para desde el estado «acomodar» a los compañeros y ser parte (candidato), incluso logró estar «en la pelea», pero ahora no es más que el recuerdo de aquel funcionario que fue y como presidente, hasta se le doblega y tiene que pasearse de forma bochornosa con su verdugo por las calles de Santo Domingo Este.
Adán, que no jugó nunca limpio ni en la cosa pública, ni en la competencia electoral, porque fue de ese lado que emanaron algunos de los relatos «antimanuelistas», terminó siendo presa de su investidura y víctima de querer hacerse el gracioso con su inquisidora.