Llegan las navidades y con ellas, el ruido.
Los decibeles estallan en barrios y residenciales, mientras los mal educados y violadores de las leyes disfrutan evidenciando su falta de respeto, y las autoridades se enorgullecen de su incompetencia o falta de recursos.
Poco se ha avanzado en la pandemia del ruido, que al final resulta ser peor que el COVID, ya que día a día mata la tranquilidad de las ciudades. Esto revela que en el país no solo se viola la luz roja, se conduce con llantas defectuosas y autos desbaratados, sino que además se falta al respeto al vecino y a cualquiera con el ruido asesino de la paz.
Aunque se han hecho esfuerzos y la ley está escrita y en vigencia, falta el impulso para comprender el daño que causan los inescrupulosos y mal educados amantes del ruido en todos los sentidos. Estos individuos deambulan por calles, avenidas, residenciales y barrios con más impunidad que la droga.
Resulta difícil abordar el problema y, en los recorridos y operativos eficientemente llevados a cabo por la policía, ¿se presta suficiente atención a este tema que, por ley, les corresponde abordar? Seguramente no.
@Fdo_Buitrago