Nota basada en texto de Fernando Buitrago
En un espectáculo lamentable de desconocimiento y falta de diligencia, algunos regidores, especialmente los de oposición, han cometido un gran ridículo al exigir una auditoría sobre la gestión de Manuel Jiménez, desconociendo por completo que dicho proceso ya está en marcha debido a un mandato legal.
Estos regidores, muchos de los cuales parecen más interesados en aparecer en las cámaras que en trabajar por el bienestar del municipio, han demostrado una profunda ignorancia al solicitar una auditoría que ya está en curso por ley. Es lamentable que aquellos que han asumido roles de fiscalización no estén al tanto de los procesos legales establecidos y se expongan así al ridículo público.
Además de su falta de conocimiento sobre el proceso de auditoría en curso, estos regidores parecen ignorar completamente el mandato legal que exige a las alcaldías publicar toda la información relevante en los Portales de Transparencia. En este sentido, la administración de Manuel Jiménez ha sido ampliamente reconocida por su transparencia y cumplimiento de estas disposiciones legales.
La ignorancia de estos regidores los lleva al ridículo cuando intentan «lanzar dardos» y estos terminan por volverse en su contra. Es evidente que ser regidor va más allá de buscar la atención mediática y publicar intervenciones vacías que carecen de sustancia.
Es innegable que, con la firmeza y transparencia que caracteriza a pasada administración, algunos regidores, incluso de la oposición, parecen más interesados en complacer al alcalde que en desempeñar su papel como verdaderos representantes del pueblo. Sin embargo, estos son tiempos nuevos y es casi seguro que algunos regidores buscarán desesperadamente encontrar fallas en la gestión de Manuel Jiménez para justificar su papel durante los próximos cuatro años y ser «bien vistos» desde el cuarto piso por aquello del posible «goteo». Sin embargo, clamar por acciones que ya están en marcha solo demuestra una falta de entendimiento básico de los procesos legales y administrativos, y no deja lugar a otra palabra que no sea ridículo.