por Rafael Santos
La Democracia es uno de los sistemas políticos, el cual, seguido por el socialismo y de acuerdo a nuestro punto de vista politológico, son los más próximos al desarrollo de los pueblos.
Ahora bien, debemos aclarar, que no nos estamos refiriendo al tipo de socialismo con sabor a dictadura, ese que es el que impera en algunos países de nuestra América y gran parte del mundo, el cual, y según lo que se observa, el mismo es un tipo de sistema político que va en contra de todo precepto del desarrollo humano.
Más bien nos referimos, al tipo de socialismo democrático, el cual es el resultado de la diferencia del tipo de sistema que no está acorde con aquellos arcaicos métodos y que tampoco está a favor de los procesos de presión hacia las sociedades, sino más bien, a favor de que dentro de esta misma corriente surjan cambios que permitan la defensa de los derechos humanos, y sobre todo, la libertad de ciertos modelos económicos que sean garante a su vez de la propiedad privada.
Todo lo expresado en los párrafos anteriores, es lo que desde hace varios siglos ha venido a formar parte del entramado de un juego político que, a lo mejor con un tipo de guión elaborado por mentes preclaras, han estados desde tiempos inmemoriales atentando en contra del sistema más desarrollista ideológicamente hablando, como los es la democracia.
No en vano, el autor ahora sujeto a nuestro análisis-crítico-reflexivo, el destacado intelectual Manuel Cruz, catedrático de Filosofía en la Universidad de Barcelona, España, en su libro “Democracia, la última utopía”, reseña “Que la política se ha convertido en un espectáculo más de nuestra sociedad”, página 39, lo que deja un sabor muy complicado para el trabajo y supervivencia como conglomerado de muchos de nuestros pueblos latinoamericanos.
Lo anterior, también sustentan las reflexiones a las que hemos llegado luego de las constantes lecturas y observaciones, las cuales han derivados en varios trabajos que sobre el análisis de la política misma basada en los libros estudiados, en donde finalmente hemos podido arribar a la conclusión una vez más, de las fuertes debilidades y ese gran vacío que el sistema educacional de la política presenta.
Ese gran vacío y la falta de educación en la política es lo que poco a poco se ha convertido en una seria amenaza para la democracia misma, en donde los principales culpables, vienen siendo los líderes y/o gobernantes de nuestras respectivas naciones.
Estos (líderes y gobernantes), a través de sus estructuras (partidos políticos), no han sabido, o no han querido, o mejor dicho, a esto no le ha interesado eso por lo que nosotros hemos venido abogando, a todo lo largo de esta serie de trabajos, que es precisamente la educación política, basada claro está, en las normas dictadas por las diferentes constituciones y leyes de los sistemas de partidos imperantes en nuestros países.
Si le damos una mirada reflexiva al actual mapa político-ideológico de América Latina, nos daremos cuenta de lo que al inicio del presente tema decíamos con relación al tema del socialismo puramente dicho, no al socialismo democrático, que ya lo explicamos con suaves y entendibles palabras; no, si le damos una ojeadita (repetimos) al citado mapa, nos daremos cuenta, que una gran parte de esos que se hacen llamar defensores del sistema ya citado (socialismo con pronunciados sabor arcaicos), son en esencia dictadores hasta de su propia conciencia.
Estos subyugan a los pueblos y maltratan sus instituciones, creando todo un clima de infelicidad en aquellas naciones que han perdido su democracia, y todo por culpa de quienes precisamente se hacen llamar demócratas, que en su esencia no han trabajado para democratizar la democracia en base a lo que bien pudiera ser la apertura al conocimiento de lo que es la política como ciencia, y al servicio, claro está, de los mejores intereses de nuestros países.
Es por esta última, y por razones muchas veces hasta inentendible, que nuestros pueblos sienten que poco a poco se evapora la democracia, para darle paso, sobre todo en nuestra América, a regímenes con rasgos totalitarios, los cuales algunos de ellos y aunque no han sacado sus garras de manera total, pues, van camino a dictaduras, mientras que otras ya las son de manera abierta y total.
En el presente libro “Democracia, La Última Utopía”, de la autoría del catedrático de Filosofía Contemporánea de la Universidad de Barcelona, España, Manuel Cruz, el cual es un texto que, aunque está prácticamente escrito sobre el estudio de la democracia en España, sin embargo, su autor no deja de lado al resto del mundo y a manera de provocación, nos da algunas pinceladas sobre esta (democracia) en otras latitudes del mundo.
“Algunos de los problemas de mayor envergadura a los que se enfrentan nuestras democracias en las últimas décadas nos vienen de nuevas medidas en que son debido a transformaciones que se han producido en nuestra sociedad recientemente y que no estaban contempladas en los planteamientos que sobre el sistema democrático habían hecho sus padres fundadores”, página 159.
Y ahí mismo, es bueno precisar, que tal y como lo expresa el autor, “Llevamos demasiado tiempo proclamando que la política está para mejorar la vida de los ciudadanos como para aceptar ahora que, en vez de hacer eso, se dedique a copiarla en lo peor que lo que le sucede”, página 170.
Y a seguida establece en la página 171, que “Uno de los elementos que con frecuencia se señala como un claro indicador de degeneración democrática es la corrupción”, algo que viene precisamente por la ausencia en nuestros diversos sistemas políticos de regímenes de consecuencias y de un mayor blindaje de aquellas disposiciones legales que están ahí, pero que desgraciadamente no se cumplen.
Ya en el epílogo del libro sujeto a nuestras reflexiones, el autor tiene un subtítulo que me llamó poderosamente la atención, y es que “La democracia es mucho más que una caja de herramientas…” página 300, y más adelante nos precisa que “a este respecto, uno de los valores sobre lo que se basa la democracia es precisamente el valor de la palabra como instrumento, y el del diálogo como método”, página 304.
Además, queremos dejar establecido dentro del contexto del presente análisis-crítico-reflexivo, y es que el autor hace énfasis a todo lo largo de la segunda parte del presente texto, sobre algo de suma relevancia para que haya un mejor entendimiento de la política como ciencia, y es lo concerniente al lenguaje como método de preservar la democracia dentro de los diversos y complejosos métodos políticos imperantes en nuestros países.
Ahora bien, y esto es un deseo expreso de todos aquellos que bajo el influjo de los diversos estudios y/o razonamientos sobre la política hemos venido sintiendo si se quiere, y es, ver trillar nuestras democracias por un mejor sendero, esto así, basado en el conocimiento y la educación como máxima garantía de que esta pueda subsistir en medio de un sistema que poco a poco se levanta para atentar contra todo aquello que huela a libertad y desarrollo.
Finalmente, “podríamos afirmar que la democracia que se diseñó para dar forma e instrumentos a la real pluralidad de la sociedad, parece llamada a la nueva tarea de convertirse en la más firme garantía del pluralismo”, página 306, algo que verdaderamente solo se consigue, si tomamos como punto de partida, eso que nosotros como estudioso de la política como ciencia hemos venido abogando en la gran mayoría de estos humildes análisis -críticos-reflexivos, y es precisamente, la educación política.