Por Roberto Veras
En mis 60 años de vida es observado que la hipocresía está en todas partes, parece ser un desafío innato de la especie, es decir, los seres humanos, como tú y como yo, pretendemos defender algo, y muchas veces nos vamos para el otro lado sin dejar de ser inflexibles en lo que creemos.
Las personas que viven con hipocresía son a menudo las que señalan la hipocresía de los demás. ¿Es por eso que te gusta señalar la hipocresía? Verá, pienso que todos deben mirarse en el espejo y asegurarse de que están cumpliendo con sus propios estándares antes de andar señalando con el dedo a los demás.
Si en la vida haces algo diferente a otras personas, si mantienes los estándares más altos, persigues intereses inusuales y diferentes o te atreves a caminar por el camino menos transitado, probablemente hayas sentido la tensión peculiar que surge de compartir una hora o más, con alguien cuyas opiniones sobre tu forma de vida difieren de las tuyas.
No soy una persona religiosa, pero soy un amante de la buena lectura, esto me ha servido para comunicar lo que pienso, y lo que piensan otros, en el evangelio de (LUCA) pude observar a Jesús, cuando estaba hablando a una multitud, fue invitado a cenar con un fariseo, y él aceptó. En esa época comer con alguien es volverse vulnerable a él.
Cuando se sentaron a cenar, el fariseo se sorprendió, quizás en voz alta, y vio que Jesús no había realizado el ritual de lavarse antes de la cena, las expectativas se encendieron con fea prominencia: el fariseo sabía que Jesús era un maestro religioso y obrador de milagros, por lo tanto, le atribuyó toda una serie de comportamientos externos que, en opinión de los líderes religiosos, denotaban justicia.
¿El fariseo lo consideró inmundo porque no se había limpiado las manos? Era un necio… una tumba escondida… un hombre sobre el que pronto vendría la aflicción. “¿El que hizo lo de fuera, no hizo también lo de dentro?” preguntó Jesús. ¿Por qué entonces te preocupas por limpiar el exterior cuando tu corazón todavía está sucio? En su respuesta, Jesús no se anduvo con rodeos y les puntualizó su hipocresía.
Finalmente, creo que la única forma de salir de esta trampa emocional es eliminar nuestra propia hipocresía, una vez que hagamos eso, entonces la hipocresía de los demás no tendrá nada que ver con nosotros, entonces podremos ver más claramente la hipocresía que viene de los demás y no dejarnos atrapar por ella. Las buenas palabras son una parte importante en nuestras vidas: las decimos, las sentimos, tratamos de vivirlas, motivan, a veces generan dolor, brindan alegría, pero lo más importante, ayudan a que la vida sea maravillosa. Cabe destacar que la hipocresía en cualquier época, es la misma hipocresía.