Por: Haivanjoe NG Cortiñas.
7 de noviembre, 2019
Muchos son los que han afirmado –basado en la literatura con evidencia empírica- que a la economía no le gusta la incertidumbre, que como consecuencia, los agentes empresariales y público en general toman medidas cautelares, retrasando la inversión y posponiendo determinados tipos de consumo, hasta tanto se despejen las causales de la incertidumbre. Esta opinión asume la misma creencia.
En República Dominicana la débil calidad institucional, la fuerte presencia del sector público sobre la economía, impactado por el presupuesto de la nación o por su importante rol de regulador, podrían tener un impacto negativo sobre el comportamiento económico, como la contracción, que generalmente viene precedida por la incertidumbre política.
Las elecciones nacionales de mayo de 2020 definirán en República Dominicana quién será el nuevo presidente a partir del 16 de agosto del referido año, situación que implicará un nuevo gobierno, ya sea por la vía que gane la oposición o porque se quede el partido oficial con un presidente distinto al actual. El acontecimiento electoral por venir, previsiblemente tendría efectos sobre la economía, dado el nuevo escenario político que se ha presentado con la división del partido de gobierno.
De manera que, la incertidumbre política ocasionada por la debilidad institucional, por las distorsiones presupuestarias o por las expectativas creadas en ocasión de las elecciones, agravadas por el probable cambio de las políticas públicas, serían entonces factores incidentales sobre la marcha normal de la economía.
Muy probablemente, cuando se acerquen las elecciones presidenciales y se realicen mediciones sobre el índice de confianza del consumidor que realiza el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo y el de confianza industrial y clima empresarial que propicia la Asociación de Industria de la República Dominicana, podríamos disponer de datos anticipados que nos permitan sustentar lo que en otras latitudes ha sido corroborado, que a la economía no le agrada la incertidumbre.
En el país cuando lleguen las elecciones nacionales del 2020 habrán transcurrido veinticuatro años desde que en 1996 hubo una segunda vuelta electoral y veinte años que los dominicanos hemos participado en cinco elecciones presidenciales sin tener que realizar una segunda vuelta. El hecho que en un país con déficit institucional la elección del Presidente se realice en una primera vuelta, hace aminorar la incertidumbre y los pronosticados impactos negativos sobre la economía.
Desde que en República Dominicana se realizan elecciones presidenciales basada en el mínimo de un 50.0% más un voto para ganar en primera vuelta –implementado a partir del 1996-, los procesos electorales se han desarrollado en un ambiente de bipartidismo, a excepción de las elecciones del 2000, en donde participaron tres candidatos por igual número de partidos y el ganador en primera vuelta tuvo que contar con la gracia del resto de los candidatos para que no se realzara la segunda vuelta electoral, al no alcanzar el mínimo requerido.
Previsiblemente para las próximas elecciones habrá una competencia con tres grandes partidos que llevarán como candidatos a la presidencia a Leonel Fernández (LF) por la Fuerza del Pueblo, a Gonzalo Castillo (GC) por el PLD y a Luis Abinader (LA) por el PRM.
El escenario de más alta probabilidad es el de una segunda vuelta, habida cuenta que antes de la división del principal partido en términos de simpatía rondaba entre un 40% a un 54% y el que encabezaba la oposición entre un 22% y un 36%.
En un escenario como el descrito, el tripartidismo caracterizará la contienda electoral del 2020, misma que permite realizar un ejercicio de aproximación de lo que podrán ser los resultados, basado en el cálculo matemático de la permutación, que ayuda a construir arreglos de posiciones con un orden determinado en el que quedarían los candidatos presidenciales y sus partidos.
Al aplicar el cálculo de la permutación a las elecciones presidenciales en primera vuelta, daría seis posibles resultados, en las que quedarían asignados el primer y segundo lugar y, cuyo orden, sería una matriz de dos por tres, en la que cada uno de los tres principales contendores (LF/GC/LA) tendrían dos veces la probabilidad de alcanzar el primer y segundo lugar en la primera vuelta, pero sin poder ganar las elecciones.
En el primer escenario, donde se asume que GC quede en primer lugar sin alcanzar el mínimo de ley para ganar en primera vuelta, no tendría posibilidad de ganar las elecciones en segunda vuelta, dado que LF y LA se apoyarían, dando como resultado que uno de los dos gane en la segunda vuelta. El referido escenario solo le deja una posibilidad a GC para ser presidente, ganar en primera vuelta con el mínino del 50% más un voto y eso resulta altamente improbable.
En el segundo escenario, correspondiente a que LA quede en primer lugar y GC en segundo, recibiría el apoyo de LF y en una segunda vuelta ganaría LA. En el caso que LA quede en primer lugar seguido de LF, el panorama se complicaría, porque ambos no se aliarían e irían en búsqueda de los votos no comprometidos con alianzas con GC; en este caso, cabe la posibilidad que la cúpula del PLD pacte con LA y las bases con LF –dada la cercanía de LF con los peledeístas y la animadversión de la élite contra LF-. De manera que, a LA le estaría quedando una sólida posibilidad de ganar en una segunda vuelta, si LF queda en tercer lugar y una menor posibilidad de salir victorioso en segunda vuelta si LF queda en segundo lugar en la primera vuelta.
En el tercer escenario en el que LF quede en primer lugar en la primera vuelta, seguido de GC en segundo lugar, ganaría LF en la segunda vuelta, porque recibiría el respaldo de LA y si queda en primer lugar seguido de LA, se presentaría un escenario similar al descrito en el párrafo anterior, donde no se produciría alianza entre LF y LA y ambos irían a la caza de los votos del PLD.
El ejercicio de permutación arriba descrito, nos ayuda a adelantar de cara a las elecciones del 2020, que tanto LF, LA y GC tienen la poca probabilidad de ganar en primera vuelta y que en una segunda vuelta, GC quedaría descartado para ganar; en cambio, LF y LA, es predecible que uno de ellos pueda salir victorioso, si uno de los dos queda en tercer lugar y si ambos se alternan el primer y segundo lugar, el que más capacidad tenga para agenciarse los votos peledeístas, se llevará el triunfo en los comicios de mayo del próximo año.
Mientras el orden en que quedarían asignado el primer y segundo lugar para cada uno de los candidatos a la presidencia, son escenarios altamente pronosticable y con ello la prolongación del tiempo para una definición electoral, la incertidumbre política crecería porque llegaría un nuevo presidente, un nuevo partido y nuevas políticas económicas y como la economía no quiere saber de la incertidumbre, las medidas cautelares en la toma de decisiones de invertir y consumir tendría como efecto que la economía pierda ritmo de crecimiento.