Algunas personas se quejan de que el Alcalde no les toma la llamada después que «subió» ahí, es otra persona.
Desde lo real, funciona así.
Lo mismo ha pasado con funcionarios y amigos de Luis Abinader que antes llegaban a su casa a degustar un vino, pero ahora deben pedir citas u ocasionalmente, encontrarse en un evento.
La responsabilidad cambia al ente humano cuando se convierte en servidor público con responsabilidades, bajo el chichet de «funcionario» que, a veces, hasta guardaespaldas y «agenda» necesita.
En este contexto, se me ha dicho que soy amigo del Alcalde y siempre especifico…: «soy amigo de Manuel, no del Alcalde», y es que una cosa es el ser humano que podremos almorzar juntos e incluso vacacionar juntos, relacionar familias con familias, y otra es el servidor público a quien se les debe exigir cumplir con el rol que le asigna la sociedad.
La dualidad de existencia de un ser humano en las horas de investidura y las que no, complican la realidad.
Uno es el Manuel Jiménez político y otra, el Alcalde.
El Alcalde es un ente que obra, según la ley, las regulaciones institucionales, que no posee liberad de ejecución de sus funciones más allá que las leyes le confieren, y otra es el Manuel Jiménez político, que puede visitar en sus ratos libres a quien quiera, almorzar o vacacionar con quien desee, dejando, en ese momento, de ser el inquilino del 4º piso de la Mella con San Vicente.
Son dos personas, dos «líneas editoriales», dos guiones, que si bien en momentos dados deben «comparecer y eventualmente caminar juntos», son diferentes.
Los ataques contra el Alcalde a veces arriban a su personaje político y muchos por política agreden al Alcalde, le critican, le denuncian, o le aplauden, sin embargo, quien debe tener clara el peligro de dicotomías es el propio Manuel Jiménez y los que le rodean, pues son dos personas completamente diferentes.
Ahora que la «política» se acerca, la prohibición de signos, manifestaciones, reuniones y exposiciones políticas explícitas desde el Manuel Alcalde deben ser delineadas para que no se enfrente a la descontextualización del servidor público ligado al ente político.
La extirpación de todo el comportamiento político partidario dentro de la institución que posee como función servir al pueblo, servir a todos, no solo a propósitos políticos partidarios ni al político alcalde, es esencial.
Aun cuando la llegada a ser servidores públicos se logra mediante la política, es el estado, los ciudadanos, a quienes se deben estos mientras ostenten los cargos y no los partidos o su comportamiento como militante.
Ahora, están todos a tiempo.
Las dicotomías naturales hay que evitarlas y lograr encerrarlas en cada escenario, los partidos fuera de las instituciones, por sentido común y por propósitos.
Al igual que los legisladores que son de un partido, pero su función es nacional, los Alcaldes son elegidos por política; sin embargo, cumplen funciones para el pueblo, equivocar esto es un error imperdonable que seguro entenderán los que saben diferenciar entre el Alcalde Manuel y Manuel Jiménez, el político.