En el actual panorama político dominicano, la verdad se vuelve un bien preciado, y la transparencia, un pilar fundamental para la confianza de los ciudadanos. Sin embargo, surge una narrativa cuestionable protagonizada por Carlos Peña, presidente del partido Generación de Servidores, quien utiliza el nombre de Dio Astacio para difundir información errónea sobre el apoyo evangélico.
Peña sostiene que los evangélicos, comúnmente conocidos como «cristianos», están abandonando al candidato del PRM para unirse a su partido. Esta afirmación, sin embargo, carece de fundamentos sólidos y se desmorona bajo el escrutinio de la realidad. Numerosas iglesias, representantes de la diversidad de la comunidad evangélica, no respaldaban a Dio Astacio en un principio, y mucho menos migraron hacia Generación de Servidores. La realidad es que aquellos que inicialmente apoyaron a Astacio, en su mayoría, le han dado la espalda.
Carlos Peña destaca la supuesta adhesión de una pastora a su causa, pero la comunidad evangélica es vasta y heterogénea, compuesta por cientos de líderes religiosos. Centrarse únicamente en una figura distorsiona la realidad y refuerza la falacia de un éxodo masivo hacia su partido.
En su afán por ganar relevancia política, Peña no duda en recurrir a la mentira, una táctica que, sin duda, contradice los valores que predica. Mientras acusa a otros de abandonar principios cristianos, él mismo parece olvidar el mandato fundamental de la honestidad.
Es crucial recordar que ningún líder religioso, sea al lado de Dio Astacio o de cualquier otra opción, tiene el monopolio sobre el voto evangélico. La comunidad evangélica es diversa y dispersa, y su voto es una expresión autónoma de la voluntad individual de cada feligrés.
En medio de las disputas y estrategias de campaña, es esencial discernir entre las falacias y la realidad. La verdad y la integridad deben ser las piedras angulares de cualquier liderazgo político, y los ciudadanos tienen el derecho y la responsabilidad de exigir transparencia en las declaraciones de quienes buscan su respaldo. Carlos Peña y su narrativa engañosa deberían recordar que, en política, la confianza se gana con hechos verídicos, no con ficciones inverosímiles.