La basura terminará recogiéndose aunque parezca hoy una quimera, los huecos en las calles disminuirán, poco a poco, y se hará costumbre limpiar los imbornales… luego de tantos errores, olvidos, novatadas incluidas y falta de comunicación eficiente.
Sin embargo, cómo hacer que el ciudadano deposite espere a que pase un «su» camión en caso de que este se regularice, o el que transita por la calle no tire la botella plástica, o los semáforos se respeten e incluso, como hacer que el vecino no alce su bocina, que el predicador no suba el altavoz en los barrios, que el transeunte pase la calle por las esquinas, que los guagueros no manejen en zigzag, que los negocios no invadan las aseras, que los lavadores de carros ilegales no invadan las calles, que los motoristas no suban por donde va el peatón y mil malas mañas que tenemos en Santo Domingo Este.
Se des-arrabalizó los alrededores de la Bomba de los Mina, lo que parecía imposible todos los días alguien trata de ocuparla de nuevo, cada zona que se logra limpiar, recuperar, es inmediatamente amenazada por la mala costumbre de estar convencidos que tenemos el derecho de ocupar los espacios públicos, como los Lavaderos de Carros Ilegales que inundan los alrededores del Faro a Colón, algunas calles de Los Mina y la central del Lucerna, entre otros.
Vivimos en una ciudad sumida en el abandono y el caos, sin ley, sin orden, que aspira un día ser atractiva a la inversión, al desarrollo pero que mientras seamos indisciplinados no llegaremos a ser.
Algunos políticos, por pura política, apoyan cuanta vagabundería sea posible pero siempre mirando desde una torre de un caro sector o desde una casa perfectamente amueblado con un chofer esperando afuera, mientras que la ciudad, sumida en la pausa del «será después» espera que alguien posea la voluntad política de avanzar… sin entender que cada ciudadano debe poner de su parte, entender que se puede hacer y que no, según la ley pero más duro, que debe hacer y que no, para tener mejor ciudad con más posibilidades reales de desarrollo al fin, más allá del albergue que somos donde no nos importa cómo vive el prójimo pues al final, solo venimos aquí a dormir.