Promesas y promesas, una arriba de la otra, sin hacer efectiva a la misma velocidad el comienzo y el final de un proceso, puede ser en extremo peligroso.
Los seres humanos somos complejos y normalmente, creemos que «donde dijeron dime, dijeron diego».
La oficina que trata el tema de las titulaciones es una de las que más está trabajando en el gobierno de Luis Abinader, pero la euforia con que prometen provocan falsas expectativas que, demorándose, anuncian decepción y pueden constituir una bomba de tiempo mortal para el actual gobierno.
Es cierto, si, que se trabaja rápido, pero cada proceso, en cada barrio, es complejo, algunos de ellos ajustados a procesos legales que poseen su tiempo, pues la justicia, todo lo que tenga que ver con leyes y contratos, fluyen en un periodo dado, y podría pasar, y ya está pasando, que en algunos lugares la decepción se convierte en críticas, justificadas producto de la demora.
El gobierno tiene que tener cuidado.
Para colmos, las promesas, y no las entregas de títulos definitivos se está volviendo objeto de campaña de políticos que «persiguen» a los «tituladores prometiendo» para hacer su propia campaña y figurear con vistas a candidaturas para el 2024, incrementando más las expectativas que no se están seguro si a corto plazo se puede cumplir y seguro, se convierte en un bumerang.
Los primeros picazos de obras son solo el inicio, a partir de ahí hay procesos de licitaciones y otras complejidades que pueden hacer que se cumplan o no los plazos… esto mismo pasa con la titulación.
Tal parecería que en temas de titulación el país se ha llenado de promesas y posiblemente sea hora de parar estas y colocar los esfuerzos en el cumplimiento de lo ya prometido.