SANTO DOMINGO ESTE es aún una «ciudad albergue», sin clase periodística, solo periodistas, sin empresariado, solo empresarios, sin clase política, solo políticos (y muchos de ellos, malos, otros, malísimos), sin muchos comunitarios conscientes (algunos con dicotomías cuasi «políticos partidarias»).
Una ciudad donde los aspirantes a Alcalde, en su mayoría, no saben el rol de esa investidura, ni cuál es la función de un regidor y menos, conocimiento de municipalidad, algunos, los peores, ni conocen la ciudad y otros la detestan hasta el punto que viven casi sus días fuera de ella.
No hay que buscar culpables, santo Domingo Esta aún es un suburbio, sin nombre propio, sin centro de ciudad, le decían y aún le dicen: del otro lado o simplemente, la zona oriental (del Distrito Nacional).
La «no conciencia» de quiénes somos impide poder entender a dónde debemos ir, ¿qué desarrollo necesita la ciudad?, ¿hasta dónde debe llegar ella?, ¿qué porciento será industrias, empleos, y cuál, casas y apartamentos?
Santo Domingo Este tendrá pronto sus rutas turísticas, su costa para crear empleos y esparcimiento gracias a empresarios e inversionistas que apuestan al territorio, siendo necesario desarrabalizar la clase política primitiva y evidentemente obsoleta en su mayoría, empresarios no comprometidos con el conjunto «ciudad» que alberga sus empresas y su futuro, una prensa inexistente llena de deseos de progresos, envidias, difamaciones mutuas y baja calidad editorial, muy baja, rozando el disparate.
La nueva ciudad necesita otra clase de personas, profesionales, pueblo, los comprometidos, que sueñen en desarrollo colectivo y no en individualidades que convierten al humano en simple consumidor y no en creador de felicidad.
Cada ciudadano comprometido debe presentar a su compañero e ir, uno por uno, creando el manto que cambie la ciudad para siempre y que lo «demás», sea solo una historia que de un plumazo debamos borrar.
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