Desde la proliferación de las redes sociales se ha exhibido una muestra de cómo ideas originales se apropian sin arrepentimiento y de cómo hay quien recurre a unas dudas triquiñuelas para hacerse con el contenido protegido por derechos de propiedad intelectual. En los últimos años, se ha metido la cuchara para atiborrar al personal de curiosidades y episodios anecdóticos surgidos en estos patios digitales con nombres como Twitter o Facebook.
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