Nos hemos globalizado, pero no humanizado; sólo hay que adentrarse por los caminos del orbe y divisar los horizontes de todos los continentes y culturas, para observar un mundo desgarrado y atormentado por la violencia, en el que prolifera el hambre y la pobreza. La sociedad tiene, pues, que despertar. No puede seguir cultivando la duda y el cinismo; la incoherencia, el miedo a comprometerse y la impotencia, necesitamos madurar internamente para no vivir en lo imaginario.
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