La suscripción es el nuevo El Dorado. El concepto mercantilista que aspiran a dominar las firmas tecnológicas y las empresas de contenidos. La distribución en «streaming», la forma de llegar al consumidor final. El anuncio de Apple y su plataforma de televisión ( llamada Apple TV+) es una prueba más de cómo la industria del ocio está virando hacia una reorganización estratégica sin parangón. Y, por el camino, el abanico de oferta cultural se dispara, aunque con ello se desplaza el sentimiento de propiedad que ha regido el sistema económico capitalista desde su extensión.
Los contenidos, bajo este modelo, ya no son del usuario. El consumidor da la bendición, por medio de un «alquiler» (mensual, trimestral o anual), a recibir una oferta amplia, variada y ajustada, pero que no controla en absoluto. Es la que es. Son muchos los servicios que han apostado por esta forma de comercializar una oferta cultural casi ilimitada. Desde Spotify, en el caso de la música en «streaming», o Netflix, en la parte cinematográfica y audiovisual, esta estrategia comercial.
Pero, a su vez, ha empezado a desembarcar también en el mundo del ocio electrónico. Porque la batalla por el control de los contenidos no ha hecho más que comenzar. Recientemente, Google desveló Stadia, una plataforma de «streaming» de videojuegos que ejerce de una especie de «Netflix» a todas luces. Por medio de una cuota se recibe una serie de títulos. Es un servicio similar a Xbox Game Pass o PlayStation Nowque, como aspecto positivo, logra desterrar el formato físico. Un formato que ocupa espacio en los hogares y que, tal vez solo para los más melómanos, no compensa hoy en día.
No es una idea descabellada. Tampoco original y totalmente novedosa, puesto que desde tiempos inmemoriales, por ejemplo, cualquier persona podía acudir a una biblioteca para leer una novela durante un tiempo. Ese «alquiler» llegó hace tiempo a los servicios digitales como iTunes donde cualquier usuario puede alquilar una película por un precio más o menos accesible. Pero, en estos momentos, lo que se pretende es atrapar al consumidor a una cuota mensual y obtener, por otro lado, una nueva fuente de ingresos para las compañías.
El ocio, por tanto, sale caro, puesto que la acumulación de suscripciones puede dispararse en una familia que pretenda tener acceso a contenidos audiovisuales, musicales, literarias o interactivas. Las alternativas son demasiado amplias. «Los costes se dispararían, y la centralización de títulos en un catálogo se difuminaría», calificaban recientemente en un artículo en el medio especializado Xataka.
Todas las empresas que tienen algo que ofrecer al consumidor lo están explorando. En el medio audiovisual, la oferta es amplia. Incluso Disney o DC Comics están preparando su asalto al mundo «streaming» en los próximos meses, con lo que un consumidor que quiera recibir estos contenidos específicos deberán abonar una cuota. También en el software se ha empezado a extender, como el caso de Adobe, propietaria de programas informáticos potentes como Photoshop, Lightroom o Illustrator se distribuyen a través de este modelo.
En este ámbito los planes temporales son adaptativas y, en el caso de corporaciones y empresas, puede tener sentido. Y más teniendo en cuenta el posible ahorro de costes y la posibilidad de recibir las actualizaciones periódicas del servicio. Para el consumidor medio, sin embargo, puede resultar un problema si solo emplea una determinada herramienta de vez en cuando.
Tomado de https://abc.es